No hay cadenas, no hay prisión visible. Solo la costumbre de permanecer inmóvil, la idea de que el cambio es innecesario. La pátina que cubre su superficie evidencia los años acumulados, como si el tiempo se hubiese detenido sobre ellos. No hay dolor en el clavo, pero su presencia es suficiente para alimentar la inercia. 

Aferrados a lo que alguna vez fueron, permanecen en el mismo lugar. Pero el clavo no es definitivo. El tiempo sigue avanzando, aunque ellos elijan no hacerlo.